Cuando una llega por primera vez a trabajar a una planta hospitalaria se da cuenta de muchas cosas, y en especial de las que le preocupan a los familiares de nuestros enfermos. Una de las mayores preocupaciones que hay, y está muy generalizada, es el suero, sí sí, ¡el suero!. Cuando suena el timbre de una habitación pueden pasar dos cosas: o que la sangre haya refluído un poco a la vía, o que se haya acabado el suero.
Y es que hay sueros de muchos tipos: está el que funciona perfectamente hasta que sales de la habitación y, por arte de magia, se para; el que no funciona ni aunque laves 5 veces la vía, el que acelera el ritmo sin que nadie lo vea, y por supuesto, está el suero vacío que es el más malo de todos, "porque está lleno de aire que irá a las venas":
-No señora no se preocupe que aunque esté vacío a su marido no le va a entrar aire.
+Ai bueno neniña eu non sei, con estas cousas hay que ter un cuidado....
Y después está la gente que te avisa cuatro veces a lo largo de toda la tarde porque resulta que la señora de la 40X se va a quedar sin sangre, le está refluyendo toda por el pitufo! Y es que una siempre tiene que andar con jeringas en el bolsillo, porque lavar vías es una de las cosas más pesadas que repetirás a lo largo de toooda la tarde.
Los botecitos de suero fisiológico ya no hacen falta, nuestras enfermeras asignadas se preocuparon de enseñarnos el primer día cómo lavarlas utilizando el propio líquido de la vía, y es que tanto gasto en limpieza de vías no daba para mantener el hospital.