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sábado, 12 de noviembre de 2016

Si es que hay que quererlos...

A los pacientes, por muy repunantes que sean en ocasiones, se les coge mucho cariño. Te acabas conociendo las manías de cada uno, lo que le gusta y lo que no le gusta, lo que te va a decir en cada momento, sabes si te va a apartar la mano o no cuando le hagas una glucemia, y sabes nada más verle la cara si tiene un día malo o bueno. Y es que cada persona es un mundo, y en planta somos como una pequeña familia, nosotras cuidamos de los pacientes, y los pacientes de nosotras. Nos recomiendan comer más o menos: "Ai neniña tes que comer máis que estás muy delgadiña", te recuerdan veinte veces al día lo guapa que les pareces: "Non entendín nada do que me dixeches, pero moi guapa eres!", o te hacen saber todo lo que les recuerdas a su vecina/hija/sobrina: "Recórdasme moito a unha veciña miña que é así noviña como tú e sempre dixo que quería estudiar medicina", medicina.... ya. 
Y es que al final te acaban cogiendo tanto cariño que te preguntan a ti las cosas, y no a la enfermera, que te piden que les pinches tú, que les lleves las pastillas, que les midas la tensión... y hasta hay alguno que se cabrea porque no le dijiste que te marchabas esta semana, para no volver. 
Dejar la planta da bastante penita, y no volver a hacer prácticas hasta el siguiente cuatrimestre mucha más. Aunque estoy segura, me destinen a la planta que me destinen, de que caerán varias visitillas al 4D...

gasometría

Hoy he visto hacer por primera vez una gasometría. Es un procedimiento bastante complejo, pues se pincha la arteria, mucho más profunda que las venas y que no se ven a simple vista.
La técnica se basa en palpar el pulso de la muñeca e introducir la aguja. Sabes que has pinchado la arteria porque la sangre sale a borbotones y es de un rojo mucho más brillante que la sangre venosa( si el paciente satura a niveles normales de oxígeno).
En este caso, querían dejarnos hacerlo a mi compañera de prácticas y a mi, pero cuando llegamos a la habitación, el paciente estaba lleno de moretones y decidimos que, a pesar de nuestras ganas de pinchar, era mejor no crearle más sufrimiento al pobre señor.
Así pues, y como premio de compensación, le palpamos los brazos en busca del pulso y la enfermera pinchó. Incluso a la enfermera le costó encontrar la arteria. El señor no se quejó nada, tan acostumbrado que estaba, a pesar de que siempre nos habían dicho que era uno de los procedimientos más dolorosos.
Espero poder hacerlo la próxima vez, ¡y con un paciente igual de tranquilo!

Momentos difíciles

No todo iba a ser bonito, eso lo sabía desde el minuto uno, pero tampoco pensé que me fuera a impactar tanto la pérdida de algunos pacientes.

Llegamos el viernes con la noticia de que el señor X, con una familia encantadora, siempre con una sonrisa, siempre con su "as nenas teñen que aprender", había fallecido. Llevaba varios días bastante malo, luchando por quedarse, pero por desgracia no pudo ser así. A las 12:30 su corazón dijo que no podía más, ya estaba sedado para evitar el sufrimiento previo. Nosotras no estábamos allí y, sinceramente, menos mal. A mi ya me había llegado ver a su pobre esposa, con cara de preocupación durante tantas semanas. Trayendo paquetes de café y galletas al control de enfermería para agradecer el trato prestado. Ver al hijo, sentado día tras día al lado de su padre, sin moverse ni un milímetro, siempre pendiente de si necesitaba algo, de si tenía frío, calor, ganas de ir al baño...

Yo le tenía tanto cariño a este señor porque el segundo día de prácticas me dieron un vasito con 2 ampollas de Salbutamol y una de suero fisiológico y me mandaron a la habitación de este hombre para ponerle la nebulización. Y allá fui yo, sin tener todavía muy claro lo que era 'nebulizar'. El señor ya me vio con cara de no tener ni idea y se empezó a partir de la risa. "A min mandáronme con esto, pero non lle teño moi claro o que hai que facer", sin pedírselo siquiera, la mujer se levantó de la silla y vino a junto mía, "a ver, ti que crees que se fai", se lo expliqué y ella me dijo que sí, que lo iba a hacer bien, que no me preocupase. "E si te que equivocas tamén aprendes para a próxima" decía el señor. Así da gusto trabajar y es por estas cosas por las que no me arrepiento de estudiar enfermería.

Pacientes psiquiátricos

No (siempre) son tan terroríficos como parece

A diario llegan a planta nuevos ingresos, y muchos son programados. Los de trauma son operaciones programadas y los de reuma suelen venir por alguna descompensación rara o simplemente por "estudio" de su enfermedad.
Lo que nosotras hacemos es ir a recibir a los ingresos, comprobar la pulserita y las pegatinas y en el caso de requerirse sangre en la operación, si la hay, comprobar la pulsera del banco de sangre y llamar más tarde para confirmar que tienen las unidades de sangre disponibles.
A continuación procedemos a la entrevista. Necesitamos recopilar cierta información: constantes vitales, temperatura, tensión y pulso; indagar sobre alergias y dietas, y ahora lo importante: antecedentes personales, operaciones previas y enfermedades o problemas de salud a tener en cuenta que puedan ser de riesgo. Normalmente la gente asocia enfermedad con dolor, y si no le duele nada no está enfermo ni tiene ningún problema.
-Señor Andrés, tiene usted alguna enfermedad o problema de salud? 
-Eu? Non, eu estou ben
Pero a la hora de preguntar la medicación  que toma a diario te sueltan un cóctel de pastillas para la tensión, el colesterol, la próstata, incluso te dicen que la "isolina" (insulina)
Un día incluso en intervenciones previas el hombreciño afirmaba que tan sólo le habían operado de los intestinos y el pecho. Resulta que este hombre había tenido un adenoma de próstata, le faltaba medio pulmón derecho, no tenía apéndice y aparte sufría de hipertensión (HTA), hipercolesterolemia y otros males.
Al grano, en lo que iba a centrarme era en los pacientes que tienen mucha medicación, como este hombre; que tardas 20 minutos en hacerles "unhas preguntiñas" para la entrevista y 15 son para averiguar qué medicación toman y que pautas siguen, porque "media pastilliña amarilla no desayuno e dúas das brancas na comida e na cena" no nos sirve de nada.
Un día llegó una paciente de reuma para estudio que me sorprendió un montón su estado. Aparentaba 30 años más de la edad que tenía y sufría de cantidad de problemas músculo-esqueléticos: artritis, artrosis, hernias discales... La pobre mujer tomaba cada día en total 22 pastillas para el corazón, la tensión, el colesterol, para el dolor, antidepresivos, ansiolíticos, pastillas para todo. Tomaba otras 6 pastillas de vitaminas un sólo día por semana (a parte de las 22 diarias) y a parte hacía inhalaciones con 2 inhaladores distintos al día.
Tomaba morfina, targin, paracetamol, enantyum, parches para el dolor cada 3 días... de todo para el dolor. Me daba mucha pena.
El día de su ingreso, por la noche y tras la cena sufrió una crisis. Era una paciente con tratamiento psiquiátrico como ya dije, por lo que con la burrada de medicación que tomaba y el estrés que supone estar ingresado en el hospital, tampoco sorprendió tanto dentro de lo que cabe. Pero a mí sí, vaya.
Esta mujer estaba empeñada en que se iba a su casa, se vistió enterita como malamente pudo y recogió sus cosas; pegó bastonazos a diestro y siniestro al celador, auxiliares y enfermera para que la dejaran en paz y poder irse coger el autobús a casa. 
Finalmente intentando sujetarla, los médicos dieron orden de ponerle un relajante muscular por vía subcutánea y de aplicar sujecciones mecánicas una vez hubiera hecho algo de efecto. 
El relajante muscular la tumbó, literalmente. La sujetaron a la cama y le canalizamos una vía para administrarle la medicación necesaria.
Me dio mucha pena, pero era lo que había que hacer.
Al día siguiente me sorprendió todavía más ver que era una mujer adorable con muchos problemas de salud y una enfermedad muy grave que había sufrido una crisis psicótica pero que no por ello era mala persona ni merecía distinto trato ni menos cariño.