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viernes, 21 de octubre de 2016

Tratamientos contra el dolor

Los medicamentos que más abundan en la planta de digestivo son los calmantes; muchos de los pacientes se encuentran con un tratamiento de morfina muy elevado debido a un dolor que analgésicos comunes, como sería por ejemplo el enantyum, no son capaces de aliviar. Con este caso hemos tenido en planta a un paciente con catorce ampollas de morfina, una auténtica barbaridad que muchas de las enfermeras nunca habían visto, debido al dolor que le provoca su cáncer de páncreas y metástasis por múltiples lugares del organismo. Sin embargo, es tanta su fuerza y  perseverancia que ha conseguido seguir adelante y hoy cambia el hospital por la plaza de la Quintana para actuar y que los demás puedan disfrutar de su música.

En casos como estos la familia es un factor fundamental de apoyo para nuestros pacientes; tanto hermanos, padres, como la pareja del enfermo han estado en todo momento a su lado compartiendo su dolor. Este ha sido para mí un claro ejemplo a seguir de superación.

El caso de este chico ha sido el más alto en medicación de toda la planta de digestivos en mucho tiempo, pero hay gente que al igual que él necesita de calmantes para aliviar su dolor. Las enfermeras asignadas se encargan de enseñarnos rápidamente cómo administrar estos medicamentos, ya que, siendo tan demandados, es imprescindible que todo el personal sepa aplicarlos correctamente. De la misma manera, se nos enseña a retirarlos, purgarlos a una velocidad adecuada, limpiar con suero fisiológico las vías para que su administración sea más eficaz y cambiarlos por una nueva toma siempre que sea lo pautado.

Finalizada esta semana de prácticas obtengo como conclusión que todo lo aprendido es necesario para el correcto trato con el paciente, ningún detalle puede faltar en la rápida actuación que demanda la enfermería.

... y menos mal que es viernes!

Supuestamente, el viernes es un día muy tranquilo en la planta de cirugía. No hay ingresos ( no se opera los fines de semana), por lo que no hay que hacer nuevos historiales en el programa GACELA ni entrevistar a nuevos pacientes. A pesar de ello, este viernes ha sido de todo menos tranquilo.

Tras tomar tensiones, purgar sueros y dar medicaciones, un paciente ha tenido que ser sondado. Y aunque no he podido practicar mi primer sondaje (esa uretra no estaba apta para intentos), sí me dejaron hinchar el balón, con desastrosas consecuencias, ya que los 30 ml de agua destilada acabaron en la cama del paciente y no en el interior de su sonda. Otra vez será.

Más tarde, una paciente comenzó a marearse. ¿Adivináis quién lo tomó las contantes cada hora? Por supuesto, yo. Las constantes jamás salieron de los rangos considerados normales, por lo que todavía no se entiende el origen de los mareos de dicha paciente.

Finalmente, antes de la cena, tocaron la comprobación de las glucemias. Si la cantidad normal de glucosa en sangre no debe sobrepasar los 125 mg/dl, ¿ qué haces cuando el glucómetro marca 480 mg/dl? primero, repetir la prueba porque crees que estás haciendo algo mal. En segundo lugar, llamar a un médico. Tras seis unidades de insulina y los sueros glucosalinos eliminados de su pauta hasta nueva orden, volví al control de enfermería. Allí me encontré con el paciente con el que acababa de estar había sido dado de alta esta mañana. media y cuatro llamadas después, se descubrió el error burocrático que había hecho desaparecer al paciente del sistema del hospital, dejándolo sin medicación y sin cena. Finalmente se restauró todo su historial y la anécdota pasó sin mayor incidencia.
Seguidamente, me llevé la mayor alegría de la tarde, podía irme a casa antes de la hora. ¿ A caso hay algo mejor que irme antes de tiempo a casa? ¿ UN VIERNES?

Primera semana

Por fin llegaron las ansiadas y a la vez no-tan-ansiadas prácticas. 

No-tan-ansiadas por el hecho de pasarnos de 15:0 a 22:00 todos los días en el hospital.
Ansiadas por entrar en contacto con la realidad de una vez, por ver con mis propios ojos lo que estamos estudiando.
La semana pasada nos informaron de los grupos y plantas asignadas. Traumatología, cirugía ortopédica y reumatología (más comúnmente conocida como  "trauma" o "trauma y reuma"). Ui, no suena muy bien.
Llegué al Hospital Clínico Universitario de Santiago asustada y algo nerviosa, no sabía lo que me iba a encontrar. Mi sorpresa inicial fue grata: la enfermera, Luisa, que me asignaron lunes y martes era muy maja, y llevaba muchos años en "trauma, por lo que sabe un montón y trató de enseñarme todo lo posible desde el primer momento; de hecho congeniamos muy bien.
Trauma es una planta en la que prácticamente todos los pacientes están operados, acaban de llegar de quirófano o son ingresos programados para las próximas cirugías.
La mayoría de pacientes tienen bastante dolor o molestias, por lo que estamos todo el día administrando calmantes: paracetamooooool, enaaaaaaaaantyum, nolotiiiiiiiiiiiiil, morfiiiiiiiiiiina...
Lo demás que suelo hacer es tomar las constantes vitales (temperatura, tensión y pulso), preparar y repartir medicación, revisar curas y "pinchar" heparinas
La gente por lo general intenta no quejarse, a pesar de que la media de edad de los pacientes ronda los 70, los que más suelen quejarse y, a veces, estorbar son los acompañantes.
Me despido, hoy será un nuevo día de prácticas!

Un jueves movidito

Ayer al llegar a las 15:00, como cada día, a la planta 5A (oncología) del Hospital Clínico Universitario de Santiago de Compostela supimos que no iba a ser un día tranquilo. Todo estaba lleno de médicos, residentes con sus adjuntos, enfermeros, auxiliares... Algo pasaba. 
Erika me esperaba con un rescate de morfina para la mujer de la habitación del fondo, una mujer alta y fuerte. Parece que la señora está empeorando, está sufriendo y su familia no es del todo consciente de la situación "esta tarde tengo muchas cosas que hacer" decía el hijo entre risas, "os dejo mi teléfono y ya si eso me llamáis". La pobre mujer, ya cansada, intentaba quitarse las gafas nasales que yo le estaba colocando por lo que una auxiliar tuvo que venir a sujetarla mientras yo les ponía un poco de esparadrapo. Tras el rescate, la mujer se tranquilizó y pasó la tarde adormilada hasta las 21:00. Fui a su habitación para ver si estaba bien y me la encontré con la mascarilla quitada, la vía medio colgando y tratando de arrancarse la sonda vesical. Me apresuré a agarrarle las manos y traté de tranquilizarla pero sin éxito. Pedí la ayuda de auxiliares y celadoras, ya que yo sola no podía sujetarla, ¡menuda fuerza que tiene esa mujer! Llamé a Erika, que le cambió la vía y le puso suero (porque llevaba todo el día sin comer) y también otro calmante para que estuviese más relajada. Qué pena me dio al ver a esa pobre señora indefensa atada a la cama. 
Espero que hoy haya mejorado algo, aunque ni médicos ni enfermeros tenían demasiada esperanza.