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lunes, 24 de octubre de 2016

Rotación en planta

El lunes no fue un día muy ajetreado en la planta de digestivo. Al comenzar una nueva semana nos rotaron las habitaciones, cosa que me dio mucha pena ya que le había cogido cariño a muchos de mis pacientes y, además,  ya me estaba empezando a aprender la distribución y números de sus habitaciones. Lo primero que noté al comenzar mi ya rutinaria ronda de termómetros y tensiómetros, fue la gran cantidad de gente joven que había en comparación con mis anteriores habitaciones. Ahora atiendo a un alcohólico que intenta escaparse todas las noches, a un chico al cual tuvieron que ir los bomberos a sacar de entre unos matorrales, a una pareja de sordomudos y a una señora estirada (y a su hermana, que da más trabajo que la propia paciente), entre otros.

Visto así, el cambio de habitaciones no me entusiasma en gran medida, pero también hay gente muy riquiña, como un chico ciego que me comentó sus viajes a Gijón (es lo que tiene contar que eres de Ribadeo), a su compañero de habitación que se conoce las infraestructuras de dicho pueblo o al simpático que le dice a tu enfermero asignado: “Deja que lo haga la chica! Que tú ya sabes hacerlo y ella tiene que aprender.”

Mañana es un nuevo día de prácticas, a ver con qué me sorprenden estos personajillos.

El sufrimiento de los pacientes

El miércoles pasado ingresó en nuestra planta de Oncología una señora con un melanoma y un deteriorio cognitivo bastante importante. La señora pasó los primeros días completamente sedada, dormía toda la tarde. A partir del jueves la cosa empezó a empeorar y le diagnosticaron status no convulsivo. Yo no tenía muy claro a qué se referían los médicos con ese término, pero seguro que a nada bueno. La pobre mujer ya no razonaba, no hablaba y no era capaz de expresar lo que le estaba ocurriendo, dónde le dolía o si tenía ganas de ir al baño. 
Hoy, al llegar a la planta, la mujer había empeorado todavía más, el hijo mayor, desesperado pedía calmantes, pues no soportaba ver a su madre sufrir. A las 17:00, aproximadamente, llegó el hijo mejor de la paciente, el cual reclamaba con urgencia conocer el historial clínico de su madre y hablar con los médicos. Nosotros no tenemos la autoridad necesaria para ofrecerle esa información, así que la doctora tuvo que ir a hablar con él para tranquilizarlo. El chaval no sabía demasiado bien el estado actual de su madre pues pidió expresamente a la médico "por favor, curad a mi madre". La doctora, que desde hace una semana sabe que la enferma está terminal, tuvo que sacar fuerzas y comunicárselo al hijo, que todavía guardaba un hilo de esperanza. 
Es muy complicado comunicar noticias como éstas a las familias sin venirte abajo, encontrar las palabras de ánimo acertadas en una situación así, en la que te cortan todo ápice de esperanza. 
Cuando acabé mi turno, los dos hijos permanecían al lado de su madre, agarrando su mano, llorando desconsolados, por fin eran conscientes de la situación que tanto tardaron en darse cuenta y asimilar, por fin. Ahora sólo les queda estar al lado de su madre en sus últimos alientos, darle cariño, ya que el final está a la vista. 

La paciencia, la gran aliada de la enfermera

Hoy la mayoría de los pacientes que conocía se han ido, y han sido sustituidos por pacientes nuevos. Para empezar, ha llegado un señor con una infección en el ojo, que cada vez que entro en la habitación me echa, literalmente. Llego con sus colirios (que no son pocos) y su respuesta, textualmente, fue " estoy comiendo, hasta luego". Traté de explicarle que los colirios se deben echar a la hora exacta, pero ni el ni sus acompañantes(que eran 7 u 8) estaban por la labor. Finalmente la enfermera consiguió lidiar con ellos.
En el extremo opuesto tenemos a un señor que cuando fui a tomarle la tensión me dijo" es que cuando entras por la puerta me sube a 17 por lo menos" y como no puedes contestarle a ese desconocido que podría ser tu abuelo lo que quisieras contestarle, te muerdes la lengua, lanzas una risita nerviosa y rezas porque el tensiómetro se desinfle rápido.
También ha ingresado una paciente argentina. Con la labia que caracteriza a los porteños, me ha explicado durante veinte minutos por qué no quería despintarse las uñas, mientras yo trataba de intervenir en su monólogo para explicarle que, por muy " lindas" que lleve las uñas, no se puede medir la saturación de oxígeno con ellas pintadas.
Y ante todos estos sucesos, lo único que puedes hacer es pedir a Dios un poco de paciencia, callarte delante del paciente/acompañante y desahogarte en el descanso con tu compañera.


VAC

Hoy tuve una novedad en planta. Nada más llegar fui a tomar las constantes y en la primera habitación había algo nuevo: una máquina que parecía estar conectada a través de un tubo a la espalda de una de mis pacientes más veteranas y la cual parecía estar chupando sangre, como si de un vampiro se tratase.
Pues bien, se trataba de un "vac". VAC significa Vacuum Assisted Closure y se utiliza en la prática de cicatrización de heridas. Por lo visto, esta máquina estaba siendo utilizada en planta pero también está indicada para uso domiciliario, ya que el paciente está conectado a ella mediante a un tubo, y ésta solamente necesita estar enchufada, por lo que puede usarse en casa también.
Esta máquina funciona administrando una presión negativa de forma continuada, por ejemplo, mi paciente al principio tenía el vac a -70mmHg; pero no es suficiente, por lo que probablemente mañana lo suban a -110mmHg.
En realidad funciona como un drenaje, sólo que en el tubo hay presión negativa, por lo que la máquina "chupa" el líquido. Cabe decir que este dispositivo cuenta con un depósito en el que se puede ver el volumen del líquido.
Sirve para preparar la herida para que cierre, reducir el riesgo de edema, aumentar la perfusión y eliminar el exudado y otros materiales infecciosos de la herida.
Dejo aquí un vídeo de la máquina chupasangre