Enseñar es una labor complicada, de eso no cabe duda, pero cuando tienes que hacerlo, sin otro remedio, poner cara de perro no va a facilitar el trabajo.
En estas tres semanas, pude ver enfermer@s de todo tipo, un@s con más ganas que otr@s, pero todos, absolutamente todos, me aportaron algo, me enseñaron algo, todos excepto la última, a la que llamaré Pepa, por ejemplo, para no decir su nombre. Pepa se dedicó a ir totalmente por su cuenta, sin preocuparse por que una personita iba detrás de ella, tratando de aprender.
Si había que sacar medicación, pues ya la sacaba yo pero la ponía ella, si había que hacer una glucemia, pues yo sacaba mi papelito y la apuntaba, pero ya la hacía ella. Si le preguntaba cualquier duda se hacía la sorda. Si la seguía me miraba mal pero si no la seguía también.
Al final, después de llevar 3 horas detrás de ella como un 'perrito faldero' le dije que ya llevaba en la planta tres semanas y que si quería iba haciendo yo las cosas. Pepa se debió de dar cuenta de que no estaba siendo una buena maestra y a partir de ahí me dejó hacerlo absolutamente todo, todo lo que ya sabía hacer, claro está, porque ella explicar no me explicaba nada.
A las 21:00, aproximadamente, cuando ya habíamos acabado de hacer casi todas las cosas, me dijo: "Ya sé que hoy no fui una buena profe, me tienes que perdonar, pero es que tengo un dolor de muelas que me está matando" y empezó a charlar conmigo y a interesarse por cómo me iban las cosas.
Todos somos personas y tenemos días mejores y días peores, pero hay que darse cuenta de que la gente que nos rodea no tiene la culpa de nuestros problemas.