Parecía un buen lunes. Muchos pacientes dados de alta el fin de semana,un par de quirófanos y el resto postoperatorios sin demasiadas complicaciones.
La gracia fue ver el cuaderno de ingresos/altas, y efectivamente ver todos los pacientes que me faltaban pero también 5 bonitos ingresos para hoy. Lo malo de los ingresos es que suponen un montón de papeleo. Y a nadie (al menos a nadie normal) le gusta eso.
5 ingresos que suponen mucho trabajo, sobretodo si vienen 4 a la vez; llegan 2 programados, un paciente de UCI (estos pacientes no gustan nada porque suelen llegar muy mal) y el cuarto, aislado.
Cuando llegan pacientes de cirugías programadas ha que tomarles constantes, explicarles el postoperatorio y realizar la entrevista: preguntar por alergias, antecedentes, enfermedades importantes, si utilizan algún apoyo para moverse, la medicación que toman a diario,etcétera. Se suele marcar con rotulador permanente el miembro a operar y se les pincha heparina de noche, no están en ayunas hasta las 12, así que cenan y demás; no dan problemas y suelen traer la medicación habitual de casa así que de eso se encargan ellos.
El resto de ingresos es otro mundo. En mi planta por ejemplo, no gustan nada los pacientes de UCI. Llegan en mal estado y exigen muchísima atención, y medicación también, normalmente.
El problema gordo fue el paciente aislado. Exige una habitación para él sólo y muchísimo cuidado. El hecho principal de que ocupa una habitación él sólo a menos que se de el raro caso de que haya otro paciente que también deba estar aislado por contacto, y en ocasiones puede haber dos en la misma habitación; un tensímetro exclusivo para él, que ha de quedarse dentro, al igual que cualquier máquina o utensilio que se utilice en esa habitación: guantes, gasas... Aparte del hecho de que hay un carrito en la puerta, fuera, con batas, mascarillas, guantes de las 3 tallas (S,M,L) y solución alcohólica.
En resumen, mi enfermera y yo nos pasamos la tarde de alante-pa'trás y de atrás-pa'lante sin parar! Midiendo tensiones, midiendo temperaturas, repasando curas, poniendo medicación, poniendo calmantes, quitando medicación, quitando calmantes... un lunes con l de locura!
Diario de nuestro día a día en el hospital. Reflejo de nuestras experiencias, vivencias y anécdotas en el camino hacia el futuro profesional.
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lunes, 7 de noviembre de 2016
Día tranqu...casi
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Qué suplicio!
Llegar a planta después de todo un fin de semana es un nuevo reto. Muchas caras conocidas y otras muchas que echas en falta. Puedo decir que me tocó el paciente más quejica de toda la planta.
Es un señor ingresado para ponerle quimio, nada más entrar en la habitación para mirarle la temperatura ya me supuse lo que me esperaba. El hombre se encontraba todo compungido porque el vecino de al lado y los familiares gritaban mucho al hablar, gritarían mucho para él, porque para mi estaban manteniendo una conversación completamente normal, pero bueno, yo por si acaso avisé. En el momento en el que mi enfermera me pidió que le sacase una analítica ya me temí lo peor. Llegué allí con mis compañeras de prácticas y su pregunta fue: "¿Qué me vas a pinchar tu?", le contesté con un sí seguro, claro y sonoro, para que viese que no me ponía nerviosa. Me aproximé con la palomita y el pobre hombre ya empezó a ponerse pálido "me estoy mareando, es mejor que lo dejes para más tarde". No buen hombre, se la tengo que sacar ahora, le guste o no le guste, el médico es el que manda, "¿y luego yo no mando nada? A ver si me voy a enfadar". Usted se puede enfadar todo lo que quiera que yo la analítica se la tengo que sacar igual. Y, obviamente, le pinché, con su grito de fondo y un movimiento de brazo que casi me pone él a mi la palomita, aún con esas conseguí llegar a la vena y sacarle el tubo de hemograma que había solicitado la doctora. Al acabar tuve que levantarle la cama y darle a olor alcohol porque casi se me desmaya. Todo un espectáculo. No sé qué hubiera pasado si no llego a encontrarle la vena a la primera.
Enfermeras frustradas
Es poco habitual, pero de vez en cuando llega a planta una de estas enfermeras que a mi parecer lleva siendo infeliz con su trabajo toda la vida. Enfermeras que te desmotivan por el simple hecho de que ellas están amargadas, y enfermeras que piensan que no estás allí para aprender, si no para ser su sirvienta.Personalmente a mi nunca me ha tocado una de estas, pero sí a mis compañeras de prácticas.
Tuve la ocasión una de estas semanas de coincidir con un ex-enfermero asociado que venía de acompañante y que había sido tutor de mi enfermera en ese momento. Ambos comenzaron a discutir sobre la situación de la facultad de enfermería en estos últimos años, de la educación que se nos ofrece y del poco interés que muestran por enseñarnos. Su conclusión final fue "que les dábamos pena". Según pude escuchar mientras colocaba el suero de la paciente, hablaban de lo mal que nos enseñan, de lo poco motivados que estamos los estudiantes y de los desastres que hacemos por el simple hecho de que nadie nos diga que está mal. Dirigían sus réplicas especialmente a los de cuarto de enfermería, que a esas alturas y ya casi con un pie en el camino profesional, realizaban auténticas barbaridades: "¿Quién le ha enseñado a esta gente?", y es que no culpaban a los estudiantes, si no a la propia educación. En un momento me llegaron a preguntar qué opinaba yo, y no dije nada por el simple hecho de que yo, por el momento, estaba muy contenta con la enseñanza y el interés que cada uno de los enfermeros asignados mostró por enseñarme y que aprendiese a hacer las cosas bien.
Tuve la ocasión una de estas semanas de coincidir con un ex-enfermero asociado que venía de acompañante y que había sido tutor de mi enfermera en ese momento. Ambos comenzaron a discutir sobre la situación de la facultad de enfermería en estos últimos años, de la educación que se nos ofrece y del poco interés que muestran por enseñarnos. Su conclusión final fue "que les dábamos pena". Según pude escuchar mientras colocaba el suero de la paciente, hablaban de lo mal que nos enseñan, de lo poco motivados que estamos los estudiantes y de los desastres que hacemos por el simple hecho de que nadie nos diga que está mal. Dirigían sus réplicas especialmente a los de cuarto de enfermería, que a esas alturas y ya casi con un pie en el camino profesional, realizaban auténticas barbaridades: "¿Quién le ha enseñado a esta gente?", y es que no culpaban a los estudiantes, si no a la propia educación. En un momento me llegaron a preguntar qué opinaba yo, y no dije nada por el simple hecho de que yo, por el momento, estaba muy contenta con la enseñanza y el interés que cada uno de los enfermeros asignados mostró por enseñarme y que aprendiese a hacer las cosas bien.
Luego, discutiendo con mi compañeras, me contaron las situaciones de estas enfermeras de las que hablo, enfermeras que te dicen: "Tuviste que estudiar medicina, aquí vas a acabar harta", "¿Aún no sabes hacer esto?", "¿No sabes lo que es lo otro?", "Los de prácticas sois unos inútiles, no sé qué aprendéis."
Aprendo lo que usted me enseña, señora. Si decide no enseñarme yo seré una "inútil" el resto de mi vida, y recuerde que yo cuidaré de usted dentro de unos años.
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Ubicación:
Santiago de Compostela, La Coruña, España
Sondaje rectal
Hoy, por primera vez he visto un sondaje rectal. Ni siquiera en la facultad, con los maniquíes habíamos practicado un sondaje de este tipo.
El paciente en cuestión es un señor con hemorroides, lo que hizo la experiencia, ya poco agradable de por si, bastante desagradable para él. Este señor se había arrancado ya dos veces la sonda, aún estado atado, por lo que tuvieron que atarle las manos más separadas del cuerpo.
Me parece increíble como las personas mayores se desorientan en el hospital, hasta el punto de hacerse daño a si mismos.
El paciente en cuestión es un señor con hemorroides, lo que hizo la experiencia, ya poco agradable de por si, bastante desagradable para él. Este señor se había arrancado ya dos veces la sonda, aún estado atado, por lo que tuvieron que atarle las manos más separadas del cuerpo.
Me parece increíble como las personas mayores se desorientan en el hospital, hasta el punto de hacerse daño a si mismos.
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