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sábado, 12 de noviembre de 2016

Si es que hay que quererlos...

A los pacientes, por muy repunantes que sean en ocasiones, se les coge mucho cariño. Te acabas conociendo las manías de cada uno, lo que le gusta y lo que no le gusta, lo que te va a decir en cada momento, sabes si te va a apartar la mano o no cuando le hagas una glucemia, y sabes nada más verle la cara si tiene un día malo o bueno. Y es que cada persona es un mundo, y en planta somos como una pequeña familia, nosotras cuidamos de los pacientes, y los pacientes de nosotras. Nos recomiendan comer más o menos: "Ai neniña tes que comer máis que estás muy delgadiña", te recuerdan veinte veces al día lo guapa que les pareces: "Non entendín nada do que me dixeches, pero moi guapa eres!", o te hacen saber todo lo que les recuerdas a su vecina/hija/sobrina: "Recórdasme moito a unha veciña miña que é así noviña como tú e sempre dixo que quería estudiar medicina", medicina.... ya. 
Y es que al final te acaban cogiendo tanto cariño que te preguntan a ti las cosas, y no a la enfermera, que te piden que les pinches tú, que les lleves las pastillas, que les midas la tensión... y hasta hay alguno que se cabrea porque no le dijiste que te marchabas esta semana, para no volver. 
Dejar la planta da bastante penita, y no volver a hacer prácticas hasta el siguiente cuatrimestre mucha más. Aunque estoy segura, me destinen a la planta que me destinen, de que caerán varias visitillas al 4D...

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