El miércoles pasado ingresó en nuestra planta de Oncología una señora con un melanoma y un deteriorio cognitivo bastante importante. La señora pasó los primeros días completamente sedada, dormía toda la tarde. A partir del jueves la cosa empezó a empeorar y le diagnosticaron status no convulsivo. Yo no tenía muy claro a qué se referían los médicos con ese término, pero seguro que a nada bueno. La pobre mujer ya no razonaba, no hablaba y no era capaz de expresar lo que le estaba ocurriendo, dónde le dolía o si tenía ganas de ir al baño.
Hoy, al llegar a la planta, la mujer había empeorado todavía más, el hijo mayor, desesperado pedía calmantes, pues no soportaba ver a su madre sufrir. A las 17:00, aproximadamente, llegó el hijo mejor de la paciente, el cual reclamaba con urgencia conocer el historial clínico de su madre y hablar con los médicos. Nosotros no tenemos la autoridad necesaria para ofrecerle esa información, así que la doctora tuvo que ir a hablar con él para tranquilizarlo. El chaval no sabía demasiado bien el estado actual de su madre pues pidió expresamente a la médico "por favor, curad a mi madre". La doctora, que desde hace una semana sabe que la enferma está terminal, tuvo que sacar fuerzas y comunicárselo al hijo, que todavía guardaba un hilo de esperanza.
Es muy complicado comunicar noticias como éstas a las familias sin venirte abajo, encontrar las palabras de ánimo acertadas en una situación así, en la que te cortan todo ápice de esperanza.
Cuando acabé mi turno, los dos hijos permanecían al lado de su madre, agarrando su mano, llorando desconsolados, por fin eran conscientes de la situación que tanto tardaron en darse cuenta y asimilar, por fin. Ahora sólo les queda estar al lado de su madre en sus últimos alientos, darle cariño, ya que el final está a la vista.
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