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lunes, 24 de octubre de 2016

La paciencia, la gran aliada de la enfermera

Hoy la mayoría de los pacientes que conocía se han ido, y han sido sustituidos por pacientes nuevos. Para empezar, ha llegado un señor con una infección en el ojo, que cada vez que entro en la habitación me echa, literalmente. Llego con sus colirios (que no son pocos) y su respuesta, textualmente, fue " estoy comiendo, hasta luego". Traté de explicarle que los colirios se deben echar a la hora exacta, pero ni el ni sus acompañantes(que eran 7 u 8) estaban por la labor. Finalmente la enfermera consiguió lidiar con ellos.
En el extremo opuesto tenemos a un señor que cuando fui a tomarle la tensión me dijo" es que cuando entras por la puerta me sube a 17 por lo menos" y como no puedes contestarle a ese desconocido que podría ser tu abuelo lo que quisieras contestarle, te muerdes la lengua, lanzas una risita nerviosa y rezas porque el tensiómetro se desinfle rápido.
También ha ingresado una paciente argentina. Con la labia que caracteriza a los porteños, me ha explicado durante veinte minutos por qué no quería despintarse las uñas, mientras yo trataba de intervenir en su monólogo para explicarle que, por muy " lindas" que lleve las uñas, no se puede medir la saturación de oxígeno con ellas pintadas.
Y ante todos estos sucesos, lo único que puedes hacer es pedir a Dios un poco de paciencia, callarte delante del paciente/acompañante y desahogarte en el descanso con tu compañera.


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