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domingo, 23 de octubre de 2016

Gajes del oficio

Hay pacientes de todo tipo, más o menos amables, más charlatanes o más callados, más quejicas o menos... y hay que aprender a lidiar con todos ellos

El día uno de prácticas ya me choqué con el matrimonio estrella de la planta, el conocido (y a la vez temido) por todos, tanto por enfermer@s, como por médicos, auxiliares y celadores. El enfermo es el señor, con un cáncer bastante avanzado y la mujer una 'metomentodo'. 
Nada más me acerqué para tomarle la temperatura al pobre anciano, la esposa comenzó a interesarse por mi vida: "Ay, tu eres nueva, nunca te había visto por aquí" "¿Y de dónde eres? ¿De aquí de Santiago?" Cuando le contesté que era de Ribadeo, la señora ya tuvo tema de conversación para toda la semana: "¡Entonces eres casi asturianina!" exclamó. No señora, de asturiana no tengo un pelo que Ribadeo está en Galicia, pero la mujer continuó erre que erre: "Bueno hija, pero estás ahí en la frontera, y como nosotros somos de León, pues primos-hermanos". Yo, sin hacerle mucho caso a la señora, me limité a asentir y sonreir, pensando (ingenua de mi) que se le iba a olvidar en cuanto pasasen 5 minutos. Pero no, resulta que la señora además de ser curiosa pues tiene buena memoria y claro, cada vez que entro en la habitación ya suelta: "por aquí viene la asturianina" y me relata la historia de amor de una de sus primas casada con un hombre de Asturias (de Tapia de Casariego, para ser exactos). Y además de ser una cotilla y de tener una memoria de lince, la mujer leonesa nunca está contenta con nada. Que si la cena tarda, que si no queda papel higiénico, que si la medicación se retrasa cinco minutos... a todo le encuentra pegas. ¡Lo que hay que aguantar!

Después está el señor que quiere hacer abuelos a mis padres: "a ver cando lle das un netiño así aos teus pais" me decía mientras me enseñaba una foto del suyo. Pues señor, a mis 19 años recién cumplidos (aprovecho para destacar que hoy es mi cumpleaños) si les llego a mis padres con un "netiño" igual se caen para atrás de la silla. 

En un hospital escuchas cosas de todo tipo, unas que te hacen más gracia que otras, pero hay que aprender a callar, a no entrar al trapo y limitarte a darles la razón a los pacientes, ya que no consigues nada discutiendo con ellos o dándoles una mala contestación. 

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