Empezar es complicado y más si no tienes ni idea de dónde de metes.
Tras más de un mes esperando, el día que me comunicaron la planta hospitalaria en la que iba a pasar las próximas cinco semanas me quedé con la boca abierta. Oncología y aislados, empezando fuerte. Al llegar allí la sorpresa fue todavía mayor.
No todo es tan malo como parece, eso sin duda y, a día de hoy, después de tres días de prácticas, no puedo estar más contenta. No sólo por el ánimo, la fuerza y la esperanza con la que te reciben los pacientes, si no también por el trato recibido por parte de los profesionales, tanto enfermer@s como auxiliares.
Nada más llegar el coordinador me asignó a un enfermero para ese día, Paco, amable y simpático desde el minuto uno. Empecé mirando las constantes: temperatura, tensión arterial, pulso... Después preparamos la medicación de la tarde y fuimos paciente a paciente repartiendo. Cosas que parecen muy simples, pero tienes que fijarte para saber hacerlas tú sola.
A las 18:00 siempre tenemos un descanso hasta la hora de repartir la medicación previa a la cena y aquí ya hay que pinchar. No tiene ninguna complicación, son inyecciones sencillas que hasta los propios pacientes o los familiares podrían poner, pero siempre hace ilusión las primeras veces.
Los dos días siguientes la planta funcionó con normalidad, algún alta y algún que otro ingreso, pero nada destacable. Eso sí, cada día estuve con una enfermera, el martes con Isabel y el miércoles con Erika.
Hoy me espera un nuevo día de prácticas, el penúltimo de esta semana, a ver qué tal.
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