Ayer al llegar a las 15:00, como cada día, a la planta 5A (oncología) del Hospital Clínico Universitario de Santiago de Compostela supimos que no iba a ser un día tranquilo. Todo estaba lleno de médicos, residentes con sus adjuntos, enfermeros, auxiliares... Algo pasaba.
Erika me esperaba con un rescate de morfina para la mujer de la habitación del fondo, una mujer alta y fuerte. Parece que la señora está empeorando, está sufriendo y su familia no es del todo consciente de la situación "esta tarde tengo muchas cosas que hacer" decía el hijo entre risas, "os dejo mi teléfono y ya si eso me llamáis". La pobre mujer, ya cansada, intentaba quitarse las gafas nasales que yo le estaba colocando por lo que una auxiliar tuvo que venir a sujetarla mientras yo les ponía un poco de esparadrapo. Tras el rescate, la mujer se tranquilizó y pasó la tarde adormilada hasta las 21:00. Fui a su habitación para ver si estaba bien y me la encontré con la mascarilla quitada, la vía medio colgando y tratando de arrancarse la sonda vesical. Me apresuré a agarrarle las manos y traté de tranquilizarla pero sin éxito. Pedí la ayuda de auxiliares y celadoras, ya que yo sola no podía sujetarla, ¡menuda fuerza que tiene esa mujer! Llamé a Erika, que le cambió la vía y le puso suero (porque llevaba todo el día sin comer) y también otro calmante para que estuviese más relajada. Qué pena me dio al ver a esa pobre señora indefensa atada a la cama.
Espero que hoy haya mejorado algo, aunque ni médicos ni enfermeros tenían demasiada esperanza.
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