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sábado, 22 de octubre de 2016

Inocentes novatas...

Si hay algo que no abunda en los hospitales, es la gente joven. Qué extraño cuando esos seres se pasan una vez al mes por uno de los pasillos del hospital, por supuesto (y qué suerte) no son ingresos, si no visitas, y no tardan mucho más de una hora en dar media vuelta y marcharse por donde vinieron. Con esto no quiero decir que la gente joven no visite a sus familiares, simplemente no abundan.

Debe ser esta la extraña causa que lleva a todos los pacientes de planta a alegrarse de una manera escandalosa cuando el primer día te ven aparecer con tu sonrisa de novata, tus dos trencitas, pijama blanco, acreditación y tensiómetro en mano con un precioso “¡Buenas tardes, vengo a medirle la tensión!”, como si esto fuese lo más interesante que te pasase en años. En mi primera ronda de sonrisas, pulsos, tensiones y termómetros me he llevado de regalo unas cuantas impertinencias del tipo: “Ai que falta nos facía unha mociña nova por aquí”, “Si quieres quedar algún día quedamos”, “Yo a ti te dejo el brazo y todo lo que necesites para medirme la tensión”, “¡Mi novia, es mi novia!”; después de esto relajas la sonrisa y aprendes del trato amable-distante que tan bien saben utilizar nuestras enfermeras asignadas.

Con el paso de los días ya vas conociendo a los personajillos de la planta, a la vez que pierdes la ilusión del primer día por medir las constantes (acabas por descubrir que en realidad es el trabajo más aburrido del día, y por eso nos mandan a las de prácticas) y, además, los susodichos acaban por aburrirse de verte y ya ni se dignan a echarte una sonrisilla.

Bendita inocencia, algún día también nos reiremos de las nuevas.

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