En una planta como cirugía no solemos ver muchas muertes. Por eso, al contrario que algunas de mis compañeras, no había vivido ninguna muerte en planta hasta hoy. Se trataba de un paciente de 83 años con insuficiencia respiratoria, al que ya habían sedado ayer pues no quedaba nada más por hacer. En cuanto la familia vino a avisar, se le realizó un electrocardiograma para confirmar que no había pulso, y un médico confirmó la muerte. Después, la funeraria se hizo cargo del cuerpo.
Ha sido una experiencia extraña, pues, aunque sabía que era inevitable, no es algo agradable que comunicar. La enfermera que estaba conmigo, me dijo que no debía temer a la muerte, que es algo natural y que no pasa nada.
Por supuesto, esto lo dice alguien que lleva trabajando en esta profesión 27 años, y ya está curada de espantos.
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