Ayer, en nuestro turno de tarde, nos pusimos a pensar en todos los ratos libres y descansos que estamos dando estas semanas a nuestras enfermeras asignadas. Nosotras medimos las constantes de las 16:00h a toda la planta, sacamos la medicación tanto de la cena como de la noche, preparamos y ponemos calmantes, recogemos los pitufos acabados habitación por habitación, hacemos las curas de las vías, pinchamos heparinas y repartimos la medicación, miramos glucemias y ponemos insulina, purgamos decenas de sueros, hacemos ingresos... y aún así, de vez en cuando, hay quejas.
Ayer nos tocó el famoso cambio de habitaciones (con el cual estoy un poco descontenta, me gustaban más mis anteriores pacientes), y resulta que estos 12 tienen más medicación que todo el hospital junto. Como no, me tocó sacarla a mi. El trabajo, entre que había medicación que no había visto en mi vida, que el carro era enano y no me cabían las cosas, y que no recibí ninguna ayuda por parte de mi tutor, me llevó más de lo esperado, y es que aquello era interminable... Pues tuve a mi enfermero detrás todo el rato: "¿Acabaste ya?" No, "¿Puedo revisar" No, "¿Te falta mucho?" No. Y personalmente no me gustó este tipo de actitud, se veía perfectamente toda la medicación que había para esa noche, añadiendo además los sueros, y en vez de ayudarme para poder acabar antes (si es que tanta prisa tenía) lo único que hacía era presionarme.
Cuando por fin acabé, por suerte, todo estaba bien, pero aún hubo alguna quejita de más de por medio. Y yo me pregunto: "¿Qué estuviste haciendo tú, señor enfermero asignado, mientras yo sacaba tu medicación?" Ah si, ir al cajero y sentarte a leer el periódico en el office.
Si es que hasta las auxiliares se dan cuenta: "Chicos curráis un montón, deberían pagaros algo..." Yo lo dejo en el aire.
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