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domingo, 6 de noviembre de 2016

Olores maravillosos

No es agradable, pero es lo que hay.

No me considero una persona aprensiva, no me da asco la sangre ni ningún otro fluido corporal, ni las heridas purulentas, ni traumatismos graves, ni úlceras avanzadas, ni nada de eso.
Ahora sí, hay algo que a veces me supera y me es MUY difícil fingir cara de asco, y son los olores.
Ya no me refiero tanto a los olores corporales o de heridas sino de las comidas del hospital. Lo siento pero no puedo. Además llegan como relojes. A las 17:00 llega la merienda, lo soportable: cafés e infusiones, pan o galletas, fruta, yogures, todo bien y nada pestilente. A las 20:00 que no a las 19:55 ni a las 20:05 llega la cena, más puntual que un reloj de cuco. Esto apesta, en serio, y lo peor es que haya lo que haya siempre huele igual, como a pescado y puré pasado. De verdad que me dan penita de la de verdad los pacientes, sobretodo los que tienen apetito, porque supongo que se le cortará cuando les llevan las bandejas.
Lo peor es que este olor como a guiso de calamar y puré de verduras es fuerte y permanece en habitaciones (los pacientes no suelen ventilarlas), pelo, y ropa. "Ajqueroso".
Otra cosa que supone un problema para mí es la medicación, algunos antibióticos como el kefol apestan a producto químico, como a barniz o pintura, y aparte deja unas manchas blancas terribles. Pero el peor de todos es el flumil. Un día a una compañera se le cayó una pequeña e inofensiva ampollita en la sala de medicación. El hedor que desprendía ese infernal mL apestó toda la sala, que olió a bomba fétida toda la tarde.
Nunca juzguéis a una enfermera si en el ascensor o por el pasillo os huele a huevo podrido.

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